jueves, julio 26, 2007

¡Muere, gusano, muere!, de Jesús Vicente García

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¿Qué puede ocurrir cuando surge en espacios y tiempo difusos, la vengativa personalidad de un asesino de no-lectores? En principio, hay dos terribles consecuencias: que el valeroso perito y detective literario, Paul Ámsterdam, tras un ímprobo esfuerzo por estar lúcido, se pone en acción y que dada la índole de la amenaza pueda imaginarse una epidemia que acabe con la humanidad.

La novela, de ritmo rápido, imaginativa, inteligente, burlona, crítica, como otras obras de Jesús Vicente, nos lleva a una aventura en los más oscuros barrios futuristas. La idea argumental, original y ácida, se desarrolla en la lucha de un equipo de peritos en letras, llamados "detectives literarios", contra un misterioso ser-holograma-amenaza, que sin piedad asesinará a aquellos que no leen. La idea trabajada es un verdadero divertimento, curioso, además, en su originalidad , puesto que el arma asesina serán los separadores de libros, que serán combatidos por los unidores, darán lugar a separadores-unidores, que cambiarán las realidades a través de alucinaciones y desafíos para estas torturadas mentes de los valientes investigadores.

Paul Ámsterdam, Johnny Paper y Shaba Words constituyen ese magnífico trío, empeñado en la misión de destruir al malvado RVM. El Jefe Leo no puede faltar y tampoco el amor. El amor de Ámsterdam por esa mujer morena, alta, hermosa, aprentemente inalcanzable: Karina Reed.

Al lector le van interesando esos seres marginales, decididos, iconoclastas, que defienden la lectura en un mundo de confusiones mentales, donde se invoca a Philip K. Dick y a Joyce, donde los robots beben hasta la saciedad, en la mejor línea humano-alcohólica-de cantina; mundo donde los buenos queman los libros y los malos matan por ellos. Hay una sugerencia constante en la descripción de ambientes, esas casas azules de anchas puertas, bajo la luz artificial, dos gatos saliendo de una ventana con luz: ¿Magritte? Un cierto toque de surrealismo, de melanolia. Y, aparte, el descaro alburero en las amenazadas calles.

¿Qué está pasando? Jesús Vicente nos arrastra a una de esas paradojas en que tanto se inquieta el que lee como el que no, en que no sabes en qué punto estás y, como en todas las provocadoras novelas del autor, uno tiene que acabarla sin remedio. Eso sí, con música de jazz como telón de fondo.
Blanca Mart

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Una novela peligrosa
por Guillermo Vega Zaragoza

Reseña publicada en la Revista de la Universidad de México, número 36, febrero 2007

Este libro es sumamente peligroso. Es más, debería venderse envuelto en celofán con un cintillo que dijera: “Novela peligrosa. No se deje al alcance de lectores inexpertos”. Y no sólo es peligroso por su tema ‑la historia de un asesino en serie que se dedica a eliminar a los malos lectores‑ sino por la forma en que está narrada, en la que el autor prácticamente dinamita todas las ideas preconcebidas acerca de lo que debe ser una novela, por lo menos en lo que respecta a la anémica literatura mexicana.

El protagonista de la historia se llama Paul Ámsterdam, un “perito literario”, especie de blade runner alcohólico y pacheco, que se dedica a investigar delitos de “lesa literatura”, por ejemplo, plagios y otras atrocidades. Todo se desarrolla en una época futura no claramente definida en un país que (asumimos, porque nunca se menciona) es un México no muy diferente al actual, si acaso con un poco más de vileza y tecnología de punta, con los mismos bares, las mismas calles, el mismo Metro, la misma locura y la misma corrupción desatada. Nuestro héroe es tremendamente culto, pero también tremendamente romántico hasta rayar en lo cursi; es, como lo define el narrador, “un inteligente transformado en imbécil por una droga llamada mujer”, encarnada en la portentosa Karina Reed.

Como en toda buena novela negra, el detective recibe la encomienda de investigar un caso que parece de rutina: la aparición de varios cadáveres sin relación entre sí, hasta que Ámsterdam encuentra la conexión que lo lleva hacia un mediocre escritor que ha inventado un arma mortífera: un separador de libros que provoca alucinaciones pesadillesca que conducen hasta la muerte a los malos lectores. Es decir, el primer y verdadero lecticida de la literatura nacional y me atrevo a afirmar que mundial. (Desde luego, no podemos dejar de recordar al asesino de malos escritores de la cáustica novela El miedo a los animales, de Enrique Serna, nada más que éste los desnucaba a diccionariazo limpio).

El problema es que siendo tan buen lector, Ámsterdam también es víctima de las alucinaciones provocadas por el “unidor” (que es como el asesino llama al separador de libros), aunque no logra eliminarlo por completo. El asesino, que responde al nombre de Rosario Víctor Madrid, es sumamente escurridizo y siempre logra escapar. ¿Logrará atraparlo nuestro héroe antes de que deje despoblado este país donde los buenos lectores no se encuentran precisamente en cada esquina, ni siquiera en lugares que se supone deberían estar plagados de ellos (una escuela de escritores, por ejemplo)?

Al estar situada en un futuro posible y con una trama criminal, se podría sucumbir a la tentación de encasillar esta novela en el subgénero de la ciencia ficción policiaca, sendero que inauguró Isaac Asimov con su saga robótica. Sin embargo, el libro de Jesús Vicente García abreva de muchísimas más fuentes literarias, con innumerables referencias a la literatura misma, a autores y obras de las letras mexicanas y universales. Sin embargo, tampoco hay que caer en la equivocación de considerarlo como “literatura sobre la literatura”, como una obra críptica sólo apta para iniciados y exquisitos, vicio tan extendido en nuestras letras nacionales desde hace mucho tiempo y que una generación reciente de escritores ha asumido como estandarte, inundado el mercado editorial con obras muy bien escritas, nomás eso faltaba, pero cuyo aliento vital es el de verdaderos zombies. Es decir, son obras carentes de vida, de eso que sucede allá fuera y no solamente en los libros, de esa vida que hay que llevar a las páginas para no llenarlas sólo con letras muertas.

A contracorriente de esta tendencia necrófila que lamentablemente campea en las preferencias de escritores, editores y críticos nacionales, como en su novela anterior, El Gran Vals (que es el nombre de un antro de mala muerte realmente existente del centro de la ciudad de México), Jesús Vicente García logra trasladar a la literatura los olores, los colores, los fluidos, los sonidos y las sensaciones de las calles de la ciudad, con sus mendigos y policías, con sus prostitutas y oficinistas, con sus diosas y monstruos cotidianos, con sus amores y desamores. En este ambiente, donde el autor se desenvuelve como pez en el agua, suceden las historias y las desventuras de nuestros héroes, con los que podemos identificarnos porque están vivos, porque hablan, viven, aman y sufren como cualquiera de nosotros, se emborrachan, se enamoran, padecen los estragos de las crudas, los mandan a volar, se vuelven a emborrachar y, por si fuera poco, tratan de salvar a la humanidad, o, bueno, de salvar a la multitud de malos lectores amenazados por el ánimo justiciero de un escritor mediocre convertido en asesino.

Pero más allá de las virtudes literarias intrínsecas que el autor ha logrado plasmar en esta obra (narración vertiginosa, atrevidos juegos espacio-temporales, lenguaje brillante y desenfadado, humor corrosivo y aplicación innovadora de diversas técnicas narrativas), lo cierto es que esta novela de Jesús Vicente García es un sincero y amoroso elogio a la lectura. Y eso se nota en las innumerables referencias, guiños, alusiones y bromas literarias que introduce el autor a lo largo de la trama, sin ningún ánimo de parecer erudito y alardear de sus amplias lecturas, sino simplemente porque ama y venera a esas obras y a esos autores que le han prodigado tantas historias y personajes que forman parte de la vida de cualquier lector apasionado.

(Texto leído durante la presentación del libro el 31 de agosto
en el Foro Rodolfo Usigli de la Escuela de Escritores de la SOGEM)

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Jesús Vicente García nació el 19 de julio de 1969 en la Colonia Obrera de México, D.F. Ha sido ayudante de albañil, chícharo de imprenta, mensajero, obrero, capturista, redactor, monitorista, reportero, entre otras ocupaciones. Actualmente es corrector de estilo en el periódico El Universal.

Tiene estudios de Comunicación y realizó el Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Ha publicado el libro de relatos Transbordo (UAM Xochimilco, 2002) y su primera novela El Gran Vals (Plan C Editores, 2001).

Sus relatos han sido antologados en Generación XXI, Autores de la SOGEM (1998), Animalia. Bestiario Fantástico (Solar Editores, 1999), Juntos Andan. Antología de Cuento del México Contemporáneo (Plan C Editores, 2004), Di algo para romper este silencio. Celebración por Raymond Carver, 2005), Los mil y un insomnios. Antología del Festival del Cuento Brevísimo (Instituto Mexiquense de Cultura, 2006) y Aquí no hay invierno (Colectivo de Escritores de la Ciudad de México, 2006).

Fue finalista en el Concurso de Cuento Josefina Vicens, convocado por la SOGEM y la Editorial Daga. Ha dado charlas sobre literatura en diversas instituciones educativas y participó en el XI Encuentro de Escritores del Sur en Acapulco Guerrero.

Fue colaborador y miembro del consejo editorial de la revista Cuiria. Sus cuentos, reportajes, entrevistas, poemas y crítica literaria han sido publicados en los diarios La Tarde, El Sol de México, El Financiero, La Jornada, El Sur, y en los suplementos de Tabasco Hoy y México Hoy, así como en el semanario Ciudad Capital y en las revistas Universo del Búho, Asimov, Amate, Crótalo, y en la página electrónica alo.com.

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Jesús Vicente García durante la presentación de su novela en el Colegio de Bachilleres

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo està bien, pero ese slogan de apostamos por la literatura da mucho en què pensar. he ojeado algunos de sus libros y son Malos, especialmente el de un tal Mendoza, no exagero y no miento, abunda en errores de ediciòn y horrores literarios, creo que deberìan ser màs selectivos...esperen mi comentario màs extenso y veràn de què hablo

eldeliriodelviajante dijo...

¿QUIÈN PODRÀ ENTENDER
SUS PROPIOS ERRORES?
LÌBRAME DE LOS QUE ME SON OCULTOS.
Salmo 19:12